La noche del pasado jueves no fue una más en nuestra Hermandad. Al término de la habitual Misa de Hermandad, las naves del templo se convirtieron en un lugar de profundo recogimiento y emoción al celebrarse el encendido del cirio de los donantes de órganos, un gesto simbólico que, año tras año, cobra mayor relevancia en el alma de nuestra corporación.
Este cirio, que arderá entre la cera que alumbra el rostro de Nuestra Señora de las Lágrimas el próximo Jueves Santo, es más que un adorno litúrgico: es una llama encendida por la vida, un tributo de fe y agradecimiento a todas aquellas personas que han ofrecido una parte de sí mismas —incluso después de la muerte— para que otros pudieran seguir viviendo. Una llama que no solo brilla, sino que denuncia, recuerda, reza y grita con fuerza: “Dona vida”.
Un acto lleno de humanidad y esperanza
El acto fue presidido por el Doctor José Pérez Bernal, una figura fundamental en la defensa y promoción de la donación de órganos en Andalucía. Médico intensivista y gran divulgador de esta causa, el doctor Bernal lleva años poniendo rostro a las cifras frías de los informes médicos y enseñando a la sociedad que cada donación es una historia de amor, un legado de generosidad que transforma el dolor en esperanza.
Durante su intervención, el doctor recordó la importancia de la donación de sangre, órganos y tejidos, señalando que «tras cada trasplante hay una familia que ha dicho sí en el momento más difícil de su vida. Son héroes anónimos que deciden que la muerte no tenga la última palabra”.
Junto a él, asistieron también enfermos trasplantados que viven gracias a la generosidad de donantes anónimos, así como miembros del personal sanitario que los acompañan en su camino de recuperación. Fueron ellos, los protagonistas de tantas historias de lucha, quienes se encargaron de encender el cirio. Cada llama que se alzó sobre la candelería era, en sí misma, un símbolo de las vidas recuperadas, de las batallas ganadas, del amor hecho carne.
La emoción contenida: el recuerdo de Marta
Uno de los momentos más conmovedores del acto fue la intervención de Guillermo Caro, presidente de ATMOS (Asociación de Trasplantados de Médula Ósea), quien rompió el silencio con palabras marcadas por la emoción y la pérdida. Con voz entrecortada, compartió con los presentes la historia de Marta, una joven médica sevillana, especializada en Traumatología, que recientemente falleció al no encontrar un donante compatible de médula a tiempo.
La fe que actúa: una Hermandad comprometida
El encendido del cirio no es un gesto aislado, sino parte del compromiso activo que esta Hermandad mantiene desde hace años con la donación de órganos y tejidos. En colaboración con asociaciones médicas y plataformas ciudadanas, la corporación ha sabido integrar en su vida espiritual una dimensión social concreta, asumiendo que la fe no puede vivirse de espaldas al sufrimiento del prójimo.
Este cirio se suma así a otros símbolos de la piedad popular contemporánea que hablan no solo de devoción, sino también de responsabilidad. En él arde una teología de la vida, una catequesis silenciosa que camina cada Jueves Santo por las calles de Sevilla diciendo sin palabras que la caridad tiene forma de médula, de riñón, de sangre, de pulmón… y de corazón, mucho corazón.
Una llamada a todos
El acto concluyó con una oración sencilla, rezada en voz baja ante la candelería de la Virgen. Aunque previa a esta, Don Javier Montiel cantó una saeta a Nuestra Señora de las Lágrimas.
Desde la Hermandad se recuerda que cualquiera puede hacerse donante, y se anima a todos los fieles a informarse, a hablarlo en familia y a dar ese sí que, llegado el momento, puede salvar una vida.
Porque en esta Semana Santa, entre los cirios que se consumen lentamente bajo el palio, uno brillará con una luz distinta. La luz de los que dieron vida, incluso después de su muerte.























