Es posible que el mandato evangélico se resuma en donar sangre. Y ya está. Cuando uno está peor que si tuviera dicha enfermedad, y lo que digo es perfectamente cierto, se levanta una súplica que tiene un valor supremo: Dios es el complemento directo. Mi hijo sufría una aplasia medular, y su hermano iba a ser el donante porque el Señor está en todo. Cuesta trabajo escribir sobre este asunto. Pero todo salió bien, y ahora soy abuelo de un niño y una niña que tiñen el mundo de colores.
Estoy aquí porque me lo ha pedido la Hermandad de la Exaltación, más conocida por mí como Los Caballos. Y lo hago para difundir el hecho de que la aplasia se cura. Así de sencillo. Cuesta trabajo, pero es cierto. Solo hay que ponerse en manos del personal para ganarle la partida. Entre ellos, José Pérez Bernal, el ángel que siempre está para echarnos una mano. La asociación ATMOS les dará un precioso recuerdo a los cofrades de La Exaltación, y nosotros estaremos la mar de contentos por ello. Porque se lo merecen.
Otra vez seguiremos con el mandato que recibimos en vísperas de la Semana Santa de 2014. Tenemos que donar un poco de nuestra sangre para salvar una vida. Da igual que sea la de un hermano nuestro o la de un desconocido. Porque ante el Cristo podremos decir que hemos salvado a quien iba a morir. Y no me preguntéis por qué: yo sería incapaz de decirlo.
Francisco Robles Rodríguez